sábado, 27 de diciembre de 2014

El Amor a Veces Pierde.

Estoy corriendo a través de la vida, persiguiendo mis ambiciones, mis sueños. Estoy yendo muy rápido, a través de calles llenas de gente que viene y va, de gente con vidas muy ocupadas como la mía.
No sabemos disfrutar, lo rápido que se pasa la vida y no se deja disfrutar. Las cosas pasan tan rápido que luego sólo tienes tiempo para recordarlas, pero no las viviste cuando tenías que vivirlas, sólo pasaron, sólo se fueron.
Vamos creciendo con el tiempo, vamos cambiando. Perdemos gente en el camino, pasa gente por nuestras vidas, y dicen que eso es signo de que vas creciendo. Y saber afrontar esas pérdidas puede ser el reto más grande que te toque vivir. Y por más que duela todo eso, seguramente de algo sirvió. No hizo mal, o nos hizo bien pero de algo sirvió, algo nos dejó.
Un buen recuerdo o una cicatriz que hasta el día de hoy puede sentirse, puede verse en nuestra piel. Acariciamos las heridas, recordamos.
Recordemos que fue lo que aprendimos, y no todo el daño que sufrimos, para poder sanar y poder seguir adelante.
Hay veces que nos enamoramos, y tal vez en ese momento nos preguntamos hasta cuándo durará esto. Nos olvidamos de disfrutar y de vivir. Pero el miedo nos acecha y nos hace saber que eso puede terminar mal, o puede ser un eterno, inaudito y especial amor.
Nos enamoramos y con el tiempo puede llegar a convertirse en amor. Nos enamoramos hasta que se transforme, o nos enamoramos hasta que termine esa etapa y luego queda sólo la nada. Nos enamoramos hasta que duela, hasta que sangre o hasta que el tiempo se encargue de ir apagando esa llama que sólo se inició con una chispa que tal vez nunca esperábamos que sucediera en ese momento.
A veces el amor llega en el momento menos pensado, cuando menos lo esperas, o cuando lo buscas, inalcanzablemente, para enamorarte, para sentir esa sensación, en ese estado de éxtasis, pero sabes que el día después puede ser desastroso.
Y sí, posiblemente te encuentras destrozado, juntando cada pedazo de tu corazón roto. Ordenando todo el desastre que hicieron y que hiciste con vos mismo.
El amor llega y no pide permiso, ingresa como una bala de cañón perforando toda tu habitación, destruyendo a su paso todo lo que has estado construyendo para cuidarte y protegerte.
Y otra vez, no sabes que hacer, no sabes si salir o quedarte dentro tuyo. No sabes si arriesgar todo otra vez. No sabes si vale la pena volver a correr el riesgo. O estás decepcionado y no te vuelves a arriesgar. O das el salto o te quedas dónde estás.
Saltas, te arriesgas y lo único que sabes es que no quieres dejar ir ese sentimiento único y fabuloso que te tiene por las nubes, que te hace acelerar el corazón, que te saca una sonrisa cada vez que sabes de él, de ese amor que te está cautivando, que te está atrapando.
Y te estas entregando, te estas dejando llevar por esa corriente que puede llevarte a lugares insospechados.
Te encuentras con otra persona, que dice que quiere construir un amor con vos.
Y empiezan, y empiezas a ceder, a dar, a perdonar, a amar con locura, a querer, a dar todo lo que podes dar. Un día terminas mostrándote por completo, y tus sombras también son parte de vos, salen a la luz, las compartes con ese constructor con el que quieres compartir todo. Y eso no es todo, esa persona también tiene sombras que se dejan ver.
En ese momento debaten en ver cómo cambiar esas cosas que molestan, debaten si aceptan o no los errores del otro; y sabes muy en el fondo, que tal vez, nunca puedan cambiar. Pero estas dispuesto a ayudar, a que pueda controlarse y tal vez, ingenuamente creas que puedes cambiar a alguien.
Ese alguien cambia sólo con voluntad propia, podemos ayudar, pero no podemos obligar a nadie que no se quiera aceptar, a nadie que quiera luchar consigo mismo.
Querer cambiar para estar mejor con uno mismo, querer cambiar para poder seguir juntos, querer cambiar porque es lo mejor para los dos.
Y yo me pregunto si eso es lo que esperamos? Eso debería pasar.
Tal vez la tormenta se avecina, pero crees que no llegará a tocarte. Crees que sólo lloverá un poco, pero que todo pasara. Lo que no sabes es qué es todo.
No sabes nada, no tienes certeza de nada, pero creés lo que quieres creer. Y te ilusionas con cada pensamiento de que todo pasará, todo cambiará y seguiremos estando juntos, seguiremos estado bien o mejor, te repites y te convences cada vez que te encuentras peleando, discutiendo, llorando y sin poder dormir. Esto también pasará, vuelves a repetir.
Ese estado en el que te encuentras en las nubes, sólo flotas, sonríes y ofreces amor a todo el mundo. Tu alegría se contagia, eres fuerte, decidido y avasallante.
Sonríes hasta en el peor día de todos, porque sabes que eso es importante. Muy pocas veces te dejas ver destruido por haber luchado una batalla el día anterior. Tienes heridas de guerra, pero tu sonrisa puede curarlo. Y te convences que ésto también pasará. Que ésto también podrá solucionarse.
Esos momentos, pequeños y fugaces, te hacen sentir en una edad de oro, te hace sentir como ningún otro sentir puede explicarlo, y es tan difícil explicarlo. Debes haberlo sentido para saber de lo que estoy hablando. Debes haberte mojado para saber lo que es el agua, su color, sabor, textura y lo que en realidad y objetivamente es estar mojado.
El amor es un juego sin reglas, donde los que juegan crean las suyas. Deciden cómo hacerlo,qué hacer, y cuándo hacerlo. Deciden juntos, en mitades iguales que es lo que quieren. Y muy importante y no menos destacado, si en realidad quieren lo mismo, si quieren jugar bajo las mismas reglas. Simplemente qué es lo que quiere cada uno, y si eso se puede compartir con el otro.
El amor es un juego que todos conocemos, pero que nadie sabe cuál es la mejor manera de jugarlo, porque hay miles de formas, y depende de los que estén metidos en eso.
Sientes que estás entregado, es tu debilidad el no saber imponer tus reglas, el no saber poner tus límites; y poder amar y ser amado de la forma incalculable que quieres que te amen.
Sí, el amor a veces es así, no se entiende y te enreda de tal manera que no te deja ver. Te sega y te pierde. Te pierdes y no sabes si vas a volver a encontrarte.
La pregunta es si querías perderte o querías ir por ese camino. Querías todo eso, en ese momento. Querías todo ese drama, ese cariño, esas noches de llanto, esas tardes de primavera con alguien que te abrace. Querías todo eso, que querías? Dónde estás?
Te pierdes en la realidad, te pierden en lo que es justo y te preguntas qué es lo que está bien. Qué es lo correcto. Que es la vida.
Te pierdes en preguntas y no hallas ninguna respuesta.
Y sí, estás perdido, no sabes quién sos, qué quieres. Qué es lo que está pasando.
Dónde estás? Para dónde vas? Y qué crees que el tiempo te va a dar las respuestas de todo. Crees que se solucionará solo. Crees que cualquiera menos vos puede hacer eso. Dar respuesta, tener valentía de tomar decisiones y aguantar las consecuencias.
Qué hacer? Seguir o dejar? Qué es lo que está pasando si todo estaba bien. En que momento paso todo y como llegamos hasta acá?
Hasta donde nos enamoramos? Cuando es el momento que todo se transforma, cuando es que pasamos del amor primaveral y de verano al apagado otoño y el desamor que tiene el invierno con las plantas?
Hasta donde sabemos que seguir luchando vale la pena?
Creo que es cuando te das cuenta que estás en medio de todo eso, te descuidaste y te olvidaste de amar a la primera y única persona que debes amar antes que a nadie. Te olvidaste de amarte, te descuidaste y el desequilibrio es tal, que no sabes que hacer. Pero si sabes amar, sabes que eso te tiene que hacer feliz, te tiene que hacer bien.
Si no es así, es momento de dejarlo ir. Y acá es dónde el silencio habla más y expresa menos que todas mis palabras. Y es en ocasiones que al amor le toca perder.


Empezando un 22 de noviembre, terminando un 27 de diciembre.
Una razón y mil historias que me deja el 2014.

domingo, 30 de noviembre de 2014

Sólo Miradas

Y ahí estábamos los dos, mirándonos directamente a los ojos, sin más nada que decir y con ganas de estar más cerca de lo que estábamos ese día. Esas miradas ya se conocían, de veces anteriores, sólo que en aquellos momentos ambos estaban distraídos. Ni se imaginaban que uno se fijaba en el otro. Aquellas miradas eran sólo un suspiro y un anhelo. Un anhelo de por lo menos poder saber sus nombres. Ninguno se animaba a preguntar, ninguno se animaba  a dar el primer paso, decir la primer palabra, dirigida directamente, impulsado por ese deseo de saber por lo menos algo, de saber por lo menos un nombre, para poder soñar si quiera decirse al oído, susurrando, sólo sus nombres.
Ahí estábamos, nos mirábamos y no había más nada. Todo transcurría en cámara lenta. Su parpadeo era más lento de lo usual y el mío también. Se perdía en mis ojos y yo en los suyos. Ese momento parecía eterno aunque sólo duraba unos segundos.
Esa mirada bastaba para sobrevivir una semana más. En ese momento era mi platónico. En ese momento todo era perfecto. No nos conocíamos, no habíamos cruzado si quiera una palabra, pero esa mirada era suficiente y todo era perfecto. Yo soñaba seguido con esa mira y con el día en que habláramos.
Y así pasamos meses, con esas miradas que lo decían todo pero con bocas que no hablaban nada, nada más allá de lo que tenían que hablar. Miradas que se repetían más seguido, miradas que en las últimas veces iban acompañadas con sonrisas disimuladas. Miradas y más miradas, que por mucho tiempo sólo fueron eso. El y yo sólo intercambiábamos miradas.
Y es en este momento que pienso para que escribo esta historia si no se la puedo mostrar a nadie, porque sería muy evidente, soy muy evidente y no puedo pensar y ni puedo imaginar si él si quiera se fija en mí. Y el  romanticismo y ese afecto, ese cariño están agonizando y temo que necesite dejar de verlo. Todo iba bien, pero he vuelto a caer y ahora si estoy perdido y no sé qué hacer. Sé que no quiero perderlo, pero pienso que tengo que dejar de verlo.
Quiero tener alguien por quien suspirar y sin tener que hablarle y que  todo por un instante sea perfecto.

Y hoy leo esto y todo cambió, pasaron muchas cosas en el medio. Todavía no sabemos qué va a pasar pero lo que sé es que hice bien en no alejarme de él.

Y vuelvo a releer y todo ha vuelto a cambiar, seguimos mirándonos, con otras intenciones. Ya pasaron muchas cosas, pasaron momentos que son recuerdos y nos reímos juntos de todo eso. Las miradas son las mismas, las intenciones ya son otras. Nunca fue nada serio, fueron solo miradas. Esas que hoy, cuando se cruzan, revelan historias y dibujan sonrisas.